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Emprender: Ese deporte de riesgo que nadie te explicó… pero todos romantizan.

Los fracasos del emprendedor no suelen aparecer en los reels motivacionales. Ahí solo ves gente con cafés perfectos, portátiles impecables y frases tipo “trabaja mientras otros duermen”. Curiosamente, nadie duerme… pero todos parecen muy descansados.

Un emprendedor siempre busca ser diferente. Quiere sacar a pasear el Ferrari que lleva dentro. El problema es que, muchas veces, aprende a conducir directamente en una rotonda y sin profesor. Total,  casu derrapas. Y no pasa nada. Derrapar forma parte del camino.

Ayer disfruté del FUCKUP NINGHTS un evento que se celebra cada dos meses, un lugar de reunión en el que se habla de los fracasos del emprendedor. Cuando eres emprendedor quieres descubrir el truco de tu competencia ¿A ver cómo lo hace este y este, y este otro?

Cuando descubres que emprender no va de hacerlo todo bien, sino de sobrevivir al intento cuando empiezas…

Uno de los grandes fracasos del emprendedor es pensar que existe el truco. Ese truco secreto que la competencia no cuenta. Ese atajo mágico que te llevará al éxito sin errores, sin noches en vela y sin dudas existenciales.

Este artículo habla sin filtros de los fracasos del emprendedor, esos que no aparecen en Instagram pero que construyen criterio, resiliencia y negocio real.

La realidad es bastante menos épica y mucho más humana: La vida te remueve constantemente, y emprender acelera ese proceso. Te pone a prueba, te saca de la zona cómoda y te enfrenta a decisiones que no vienen con tutorial. Aquí aparece el primer gran error, tanto online como offline: Creer que el fracaso significa que no vales.

No. Significa que estás aprendiendo… a veces a golpes.

Una de las cosas que me hizo respirar relajadamente en mis inicios lo suficientemente joven fue el pensar que con que supuese un poquito más que el resto ya podía perfectamente desenvolverme.  Ante el fracaso, hay un espacio entre lo que nos ocurre y cómo reaccionamos antes de que suceda. Frenar y derrapar un poco es de lo más común.

Entender los fracasos del emprendedor como parte del proceso —y no como un defecto personal— es lo que marca la diferencia entre abandonar o transformar la experiencia en aprendizaje estratégico.

Los fracasos del emprendedor más comunes (y por qué todos caemos en ellos)

Vamos a reírnos un poco, porque si no, lloramos.

Error 1: Pensar que la tecnología lo hará todo por tí.

Abrimos perfiles en todas las redes, contratamos herramientas, usamos IA, automatizamos… y olvidamos lo básico: no hay tecnología que sustituya al criterio.

La tecnología amplifica lo que ya eres.
Si no hay mensaje, no hay estrategia.
Si no hay coherencia, no hay algoritmo que lo arregle.

O lo entrenas durante tiempo, o te lo entrenan o no hay forma de andar en automatizco como no supervises de vez en cuando.

En esta vida sólo hay dos formas de estar en el mundo o lo haces tú o alguien ocupa tu puesto y lo hace por tí. Y se lo lleva!

Muchos fracasos del emprendedor en marketing digital no vienen de la falta de tecnología, sino de usar herramientas sin estrategia, sin mensaje y sin humanizar la comunicación.

Error 2: Confundir visibilidad con conexión.

Publicar mucho no es comunicar bien.
Otro clásico de los fracasos del emprendedor es creer que por estar en redes ya estás generando marca.

El marketing de contenidos funciona cuando aporta valor real, no cuando rellena calendario. Y aquí entra la humanización: las personas conectan con personas, no con escaparates.

fracasos-del. -emprendedor-marite-rodriguez-guioError 3: Compararte con quien va en otra etapa.

Te comparas con quien lleva diez años más. O con quien acaba de empezar y parece ir mejor. Resultado: frustración.

Compararte es humano. Quedarte ahí es opcional.

Error 4: Querer gustar a todo el mundo.

Uno de los fracasos del emprendedor más caros.
Cuando intentas agradar a todos, no conectas con nadie. El contenido sin criterio es ruido. Y el ruido cansa.

Reírnos del fracaso para transformarlo (y seguir adelante con cabeza)

El fracaso duele. No vamos a edulcorarlo. Hay tristeza, soledad y una sensación muy poco Instagram de “¿qué hago ahora?”. Has invertido tiempo, energía y dinero en algo que no sale. Y reconocerlo cuesta.

Aquí entra una palabra poco sexy pero salvadora: resiliencia.
No es aguantar por aguantar. Es rebotar, aprender y reajustar.

En emprendimiento hay un espacio clave: Entre lo que te ocurre y cómo reaccionas. Ahí está tu poder.

Desde la experiencia, la resiliencia comienza cuando te respetas en el proceso, aceptas la realidad y cambias la perspectiva. Usas lo que parecía un error como materia prima. El árbol torcido puede servir de columpio.

En marketing de contenidos y en redes, esto significa:

  • Comunicar desde la verdad, no desde la pose

  • Mostrar proceso, no solo resultado

  • Aceptar que no todo funciona a la primera

La humanización de las redes no es contar tu vida entera, es mostrar criterio, coherencia y aprendizaje. Decir “esto no funcionó” conecta más que cualquier fórmula perfecta.

Cuando dejamos de obsesionarnos con la visibilidad y empezamos a comunicar desde la coherencia, la experiencia y la autenticidad, la conexión aparece.

Como decía Diana L. Cutter, escritora de Harvard Business Review:

“Las personas y las empresas resilientes plantan cara a la realidad, construyen significado a lo que ocurre en lugar de desesperarse e improvisan soluciones de la nada.”

fracasos-del. -emprendedor-marite-rodriguez-guioEso es exactamente lo que ocurre cuando un emprendedor deja de verse como un escaparate y empieza a humanizar su comunicación. No oculta los errores, no finge perfección y no rellena por rellenar. Construye significado. Y eso, paradójicamente, vende más.

En redes y en negocio, la resiliencia no siempre se ve. No es un post viral ni una frase inspiradora. Es la capacidad de seguir comunicando con criterio, incluso cuando no todo funciona. Es aprender a ver también lo que sí está funcionando, aunque no haga ruido.

Ese cambio de mirada reduce muchos de los fracasos del emprendedor, porque devuelve el control, el foco y el sentido. Y cuando hay sentido, la tecnología, el marketing de contenidos y las redes dejan de ser una carga para convertirse en aliados reales.

Y Antonio Damasio, nos dice,

Las emociones nos hacen inteligentes. La tristeza lleva a la reflexión. Y la reflexión es el inicio del cambio.

Giras el volante. Ajustas estrategia. Comunicas mejor. Porque si no comunicas, no se te ve. Y no solo en Google: Tampoco te ves tú.

Emprender no es no fracasar. Es saber qué hacer después del golpe, con humor, humanidad y cabeza.

Y sí, el Ferrari sigue siendo tuyo. Solo que ahora sabes frenar… y acelerar cuando toca.

¿Y por qué no vamos a llegar a comprender en qué consiste la resiliencia en el emprendimiento para evitar los fracasos del emprendedor?

Porque son muy pocos los que se atreven a hablar de sus fracasos y de cómo los han superado.

Ayer, Rocío del Corral, Jordi Martí y Rafael Cortés Jurado contaron sus fracasos en el Fuckup Night.

Hay que ser muy valiente cuando has metido la pata hasta el fondo para contárselo a un auditorio, pensé en hacerlo yo y desde entonces con tono de humor lo expongo en forma de storytelling cuando a algún participante en mi programa inmersivo de formación le surgen dudas similares.

Exponerlos con humor, sana consciencias. Ayuda a rectificar y a que otras personas no pasen por lo mismo.

La fábula del puente que no se veía

Un viajero llegó a un valle profundo al anochecer.
Al otro lado se veía la luz de un pueblo, pero no había ningún puente a la vista. El viajero se sentó, agotado, convencido de que había llegado demasiado tarde.

—No puedo cruzar —se dijo—. He calculado mal el camino.

Otros viajeros llegaron después. Algunos murmuraron lo mismo. Otros se marcharon frustrados.

El viajero permaneció allí, mirando el vacío.

Al amanecer, con la primera luz, descubrió algo inesperado: Un estrecho puente de piedra estaba justo delante de él. No lo había visto en la oscuridad.

Entonces comprendió que no era el único que había creído que no había salida.
El problema no había sido el valle, sino la noche.

Uno de los viajeros que también se había quedado dijo en voz baja:
—Pensé que había fracasado.

El viajero sonrió:
—Yo también. Y sin embargo, aquí seguimos.

En ese instante entendió que el supuesto fracaso no es una señal de incapacidad, sino una pausa obligada para recalcular su autoeficacia.

Cruzaron el puente juntos. Despacio. Sin heroicidades.

El viajero tomó una decisión sencilla pero firme: La próxima vez que no vea salida, esperará a que amanezca antes de juzgarse.

Y recordó algo esencial: Cuando descubres que no eres la única persona que ha dudado, caído o errado, la adversidad pierde fuerza. No desaparece, sencillamente deja de paralizar.

Hay muchos ejemplos, Steve Jobs, que a los 30 años fue despedido de la propia empresa que creó y calló en una profunda depresión. Los Beattles, que en su primera maqueta la discográfica les dice que no les gusta cómo suena su  música. Syllvester Stallone que para grabar una película tuvo que quedarse en la calle y vender incluso a su perro. Todos ellos fueron capaces de superar cualquier obstáculo porque le dieron sentido a las metas que deseaban y además,  unieron unas con otras.

Antonio Damasio, referente en Neurociencia dice:

«Son las emociones las que nos hacen inteligentes, y todos nosotros podemos influir entre sentirnos con emociones positivas o quedarnos en las negativas».

En realidad, no hay emociones ni positivas, ni negativas. Lo que llamamos emociones negativas como la tristeza que nos lleva a la reflexión y esta es positiva, es el comienzo de esa transformación.

Este tipo de emociones hacen que nos metamos hacia dentro y veamos si tiene sentido lo que hacemos.  Nos permitimos pensar si el precio que pagamos por hacerlo merece la pena.

Giramos y es el tramo de carretera en el que cogemos el volante con fuerza, autodeterminación, sabiendo que queremos salvarnos.

Es el momento en el que las emociones se expanden hacia fuera, vemos lo que antes para nosotros era imperceptible por nuestro foco.

Cambiamos la perspectiva y conectamos más que nunca con lo que somos capaces de hacer.

Y vuelves a sentir quién eres y lo que quieres, lo que es ecológico para tí. Lo pones en marcha y lo comunicas.

Si no comunicas, no se te ve, y este es el comienzo de que los demás se percaten de tu indecisión.

No sólo es por Google, sino porque tu comunicación interior cambia y es lo que expresas con pasión a los demás lo que te hace grande:

«be it, do it, say it».

Reírnos de los fracasos del emprendedor no los elimina, pero sí les quita poder y nos devuelve perspectiva.

El día que entendí que vender no era convencer, sino neurovender (y dejé de pelearme con mi cerebro)

fracasos-del. -emprendedor-marite-rodriguez-guioHubo un momento —si eres emprendedora o emprendedor, sabrás cuál— en el que pensé: “Si explico esto un poco mejor… esta vez sí lo van a entender.”

No lo entendieron.Yo hablaba de precios, de procesos, de lo mucho que costaba hacer las cosas bien. Ellos asentían, sonreían… y luego decían esa frase maravillosa:
Déjame pensarlo.

Traducción neurocientífica: Mi cerebro no ha decidido nada.

Ahí comprendí uno de los grandes fracasos del emprendedor: Creer que vender es explicar bien. No lo es. Vender es activar el cerebro que decide, no el que toma apuntes.

Cuando entiendes cómo funciona el cerebro —y dejas de luchar contra él— todo cambia. Dejas de empujar, de justificarte y de sentir que tienes que demostrar tu valor a cada conversación. Empiezas a conectar, a comunicar desde el lugar correcto y a generar ese “sí” que no suena forzado, sino lógico… después de haberse decidido emocionalmente.

Eso no es intuición ni carisma.
Eso es Neuroventas bien aplicadas.

Y aquí va la parte honesta (y transaccional, como debe ser): Si quieres dejar de improvisar, de repetir discursos que no convierten y de vivir la venta como una prueba de resistencia emocional, hay trato.

En el Programa Principal de Neuroventas trabajamos exactamente esto:

  • Cómo activar la decisión real del cliente

  • Cómo comunicar valor sin perseguir

  • Cómo vender desde la coherencia, no desde la presión

  • Cómo convertir talento, experiencia y propósito en resultados sostenibles

No es para todo el mundo.
Es para quienes han entendido que vender no va de insistir, va de comprender cómo decide el cerebro humano… y usarlo a tu favor con ética y criterio.

Si has llegado hasta aquí y algo te suena que va por ahí, probablemente ya lo sabes: No necesitas convencer mejor, necesitas vender distinto.

Si quieres hacerlo con método, ciencia y humanidad, el programa de Neuroventas está abierto.
Y esta vez, no hace falta que lo pienses tanto

Porque los fracasos del emprendedor no son el final del camino, sino el punto exacto en el que empieza el criterio, la madurez y el negocio consciente.